QUE ESPERA EL CIUDADANO DE LA POLICÍA.
ü Que esté alrededor,dispuesto para servirles:
El patrullaje a pié el lo que mejor resulta!!
ü Respuesta oportuna y libre de errores:
Que permita confiar en la información entregada
ü Servicio atento y argumentado:
No importa que me diga NO, siempre que sea con argumentos.
ü Un trato equitativo:
A todos por igual – Debemos recordar la motivación en las reformas en UK y US.
ü Que se demuestren modales y educación apropiados.
ü Sea competente, haga un buen trabajo:
Considerando también las expectativas del público y no sólo las institucionales.
Considerando también las expectativas del público y no sólo las institucionales.
PRACTICAS PARA MEJORAR LA RELACIÓN CON LA COMUNIDAD.
- Balance entre la atención brindada al público y la respuesta a situaciones emergencia.
- Reconocimiento del rol de la comunidad en la producción de seguridad
- Fortalecimiento de la asociación con los vecinos en la prevención del delito.
REALIDAD Y PERCEPCIONES EL MODELO POLICIAL EN AMÉRICA LATINA.
La mayor parte de las funciones atribuidas a los cuerpos de seguridad presentan connotaciones preventivas:
· Auxiliar y proteger a las personas.
· Asegurar la custodia y conservación de los bienes que se encuentren en peligro.
· Vigilar y proteger las instalaciones públicas que lo requieran.
· Velar por la protección y seguridad de altas personalidades.
· Prevenir la comisión de actos delictivos, etcétera.
La debilidad histórica de las instituciones públicas en Latinoamérica ha impedido que estas puedan asegurar el Estado de derecho y el imperio de la ley.
Este es el caso de las policías y, en general, de los sistemas de administración de justicia en buena parte de los países.
A los factores mencionados se sumaron Modelos policiales Dado el impacto político que tiene el fenómeno de la (in)seguridad, el funcionamiento de la policía es un asunto clave en la agenda pública. Aunque las policías latinoamericanas son muy diversas y no es posible identificar un modelo único, hay algunos elementos comunes para señalar.
En términos de las estructuras, en los países federales (Argentina y México, por ejemplo) existen diversos cuerpos de policía entre los cuales no existe coordinación.
Y países con un modelo de gobierno centralizado o Estados unitarios, como Colombia, El Salvador y Guatemala, tienen un único cuerpo policial.
Sin embargo, históricamente la estructura funcional de todos esos cuerpos ha sido muy centralizada, jerarquizada y militarizada.
En cuanto a las funciones, en países como Brasil, Honduras y México, entre otros, la investigación de delitos es tarea de las policías judiciales.
Un elemento común en la mayoría de los países de la región es que en ocasiones las funciones se superponen y falta una diferenciación más clara entre las fuerzas policiales y las militares que tradicionalmente han realizado tareas de seguridad pública.
Esa falta de claridad ha hecho que las policías hayan operado con base en doctrinas militares que han impactado su comportamiento frente a la ciudadanía y llevado a numerosas violaciones de derechos humanos en razón de la naturaleza de las funciones militares y un entrenamiento que no las prepara para la interacción con la comunidad.
Muy relacionado con el anterior, y como se dijo, otro rasgo común de las policías latinoamericanas es la falta de confianza de la ciudadanía con respecto a ellas.
La población tiene una percepción negativa sobre su trabajo y sobre su capacidad para combatir la delincuencia, por lo que, en general, solo acude a ellas en casos extremos y como último recurso.
Diversos factores contribuyen a ese estado de cosas: por un lado, las policías latinoamericanas responden no tanto a las necesidades de la ciudadanía como a las demandas de los gobiernos de turno o de las elites locales o nacionales; tienen una débil cultura democrática; no logran los resultados que se esperan de ellas; muchas siguen teniendo fuertes problemas de corrupción; recurren a las prácticas represivas y violaciones de los derechos humanos; algunas están volviendo a caer en procesos de creciente militarización, con el nombramiento de militares en cargos directivos y la participación de las fuerzas armadas en tareas de seguridad interna.
Adicionalmente, los cuerpos policiales de la región suelen tener fallas en la selección y formación de su personal, en especial en las áreas de investigación, inteligencia y lucha contra el crimen organizado transnacional; muchas no cuentan con una verdadera carrera policial, lo que dificulta la profesionalización de la institución no tienen personal suficiente ni recursos financieros y tecnológicos para cumplir adecuadamente con sus funciones; además, los policías tienen sueldos bajos y precarias condiciones de trabajo; en general no existen regímenes disciplinarios suficientemente claros ni mecanismos eficientes y transparentes de control, rendición de cuentas y acceso a la información; y la coordinación entre las instituciones policiales y los demás componentes del sistema de administración de justicia no es la mejor.
Por último, las policías no suelen contar con mecanismos de recolección y análisis de información ni con instrumentos de gestión y evaluación, indispensables para la toma de decisiones eficientes.
AQUÍ UN MAGNIFICO ANÁLISIS:
POLICÍAS Y PREVENCIÓN DEL DELITO
(Y LAS VIOLENCIAS)
A NIVEL LOCAL
AUTORA: ALEJANDRA MOHOR BELLALTA.
VIÑA DEL MAR, 24 DE ENERO 2018
LA SEGURIDAD PUBLICA EN AMÉRICA LATINA.
Un elemento común de las policías latinoamericanas es la falta de confianza de la ciudadanía con respecto a ellas.
La población tiene una percepción negativa sobre su trabajo y sobre su capacidad para combatir la delincuencia, por lo que, en general, solo acude a ellas en casos extremos y como último recurso.
Esa falta de claridad ha hecho que las policías hayan operado con base en doctrinas militares que han impactado su comportamiento frente a la ciudadanía y llevado a numerosas violaciones de derechos humanos en razón de la naturaleza de las funciones militares y un entrenamiento que no las prepara para la interacción con la comunidad.
Dado el impacto político que tiene el fenómeno de la (in)seguridad, el funcionamiento
de la policía es un asunto clave en la agenda pública.
Aunque las policías latinoamericanas son muy diversas y no es posible identificar un modelo único, hay algunos elementos comunes para señalar.
Muchas siguen teniendo fuertes problemas de corrupción; recurren a las prácticas represivas y violaciones de los derechos humanos; algunas están volviendo a caer en procesos de creciente militarización, con el nombramiento de militares en cargos directivos y la participación de las fuerzas armadas en tareas de seguridad interna.
La incapacidad de los sistemas de administración de justicia (la policía, el poder legislativo, los jueces, la fiscalía o el ministerio público, las cárceles y las agencias encargadas de la rehabilitación social) para controlar el crimen y la violencia, hizo aumentar la percepción de inseguridad de la ciudadanía, lo que sumado a su vulnerabilidad frente a la corrupción generó gran desconfianza hacia esas instituciones.
Dado el impacto político de los niveles de inseguridad percibida se implementaron algunas reformas que apelaban a mano dura como mecanismo aparentemente obvio para reprimir el crimen.
Sin embargo, una de las consecuencias de la implementación de políticas más represivas ha sido la sobrecarga de los sistemas de justicia, pues el aumento de las detenciones y los procesos judiciales agudizan sus problemas de ineficiencia, injusticia y corrupción.
Desde los años noventa las amenazas de la narcoactividad y del crimen organizado, que no han dejado de crecer, especialmente en la región andina, Centroamérica y México, pero también en países como Argentina y Brasil, en donde el tráfico y consumo de drogas han aumentado significativamente.
Identificación de los problemas comunes, en las policías del continente, no todos están en cada una de las policías, pero si todos son coincidentes en mayor o menor medida.
• Conflictos con la comunidad. Distanciamiento.
• Desempeño exclusivo de tareas operativas. Eliminación de oportunidades y otras supletorias.
• Descontrol del accionar de la delincuencia. Desprotección.
• Casos de violaciones a los derechos humanos y de corrupción.
• Inadecuada estructura institucional. Disfuncionamiento.
• Precaria e inadecuada capacitación profesional.
• Pérdida de identidad.
• Influencia política.
• Falta de recursos financieros que atiendan debidamente a los funcionarios policiales en sus necesidades y decoro personales.
• Falta de sistemas y medios logísticos para cumplir acabadamente su misión específica.
La Policía tiene conflictos con su comunidad, desde el preciso instante de su creación, lo cual tiene mucho que ver con los aspectos y características de la misión a cumplir como de la metodología tradicionalmente empleada para llevarla a cabo, aunque más adelante veremos la existencia de componentes más fuertes y profundos.
Estos conflictos, se traducen preponderantemente en actos de violencia, corrupción, violaciones sistemáticas a los derechos humanos, descontrol del accionar de la delincuencia y aún su aislamiento institucional; todo lo cual converge, en la desprotección ciudadana, en su distanciamiento y alto grado de cuestionamiento social.
La debilidad histórica de las instituciones públicas en Latinoamérica ha impedido que estas puedan asegurar el Estado de derecho y el imperio de la ley.
Este es el caso de las policías y, en general, de los sistemas de administración de justicia en buena parte de los países.
Por último, las policías no suelen contar con mecanismos de recolección y análisis de información ni con instrumentos de gestión y evaluación, indispensables para la toma de decisiones eficientes.
Ello sumado a la implementación de políticas y modelos que han funcionado bien en otros lugares, aplicados sin tener en cuenta las particularidades de los contextos específicos.
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